lunes, 10 de enero de 2022

RUBEN DARIO

 

La poesía de Darío

Influencias

Paul Verlaine, una influencia decisiva en la poesía de Rubén Darío.

Para la formación poética de Darío fue determinante la influencia de la poesía francesa. En primer lugar, los románticos, y en especial Victor Hugo. Más adelante, y con carácter decisivo, llega la influencia de los parnasianosThéophile GautierLeconte de LisleCatulle Mendès y José María de Heredia. Y, por último, lo que termina por definir la estética dariana es su admiración por los simbolistas, y entre ellos, por encima de cualquier otro autor, Paul Verlaine.27​ Recapitulando su trayectoria poética en el poema inicial de Cantos de vida y esperanza (1905), el propio Darío sintetiza sus principales influencias afirmando que fue «con Hugo fuerte y con Verlaine ambiguo».

Ya en las «Palabras Liminares» de Prosas profanas (1896) había escrito un párrafo que revela la importancia de la cultura francesa en el desarrollo de su obra literaria:

El abuelo español de barba blanca me señala una serie de retratos ilustres: «Éste —me dice— es el gran don Miguel de Cervantes Saavedra, genio y manco; éste es Lope de Vega, éste Garcilaso, éste Quintana». Yo le pregunto por el noble Gracián, por Teresa la Santa, por el bravo Góngora y el más fuerte de todos, don Francisco de Quevedo y Villegas. Después exclamo: «¡Shakespeare! ¡Dante! ¡Hugo...! (Y en mi interior: ¡Verlaine...!)».
Luego, al despedirme: «—Abuelo, preciso es decíroslo: mi esposa es de mi tierra; mi querida, de París».

Muy ilustrativo para conocer los gustos literarios de Darío resulta el volumen Los raros, que publicó el mismo año que Prosas profanas, dedicado a glosas breves a algunos escritores e intelectuales hacía los que sentía una profunda admiración. Entre los seleccionados están Edgar Allan PoeVilliers de l'Isle AdamLéon BloyPaul VerlaineLautréamontEugénio de Castro y José Martí (este último es el único autor mencionado que escribió su obra en español). El predominio de la cultura francesa es más que evidente. Darío escribió: «El Modernismo no es otra cosa que el verso y la prosa castellanos pasados por el fino tamiz del buen verso y de la buena prosa franceses».

No quiere esto decir, sin embargo, que la literatura en español no haya tenido importancia en su obra. Dejando aparte su época inicial, anterior a Azul..., en la cual su poesía es en gran medida deudora de los grandes nombres de la poesía española del siglo XIX, como Núñez de Arce y Campoamor, Darío fue un gran admirador de Bécquer. Los temas españoles están muy presentes en su producción ya desde Prosas profanas (1896) y, muy en especial, desde su segundo viaje a España, en 1899. Consciente de la decadencia de lo español tanto en la política como en el arte (preocupación que compartió con la llamada generación del 98 española), se inspira con frecuencia en personajes y elementos del pasado. Así ocurre, por ejemplo, en su «Letanía de nuestro señor Don Quijote», poema incluido en Cantos de vida y esperanza (1905), en el que se exalta el idealismo de Don Quijote.

En cuanto a los autores de otras lenguas, debe mencionarse la profunda admiración que sentía por tres autores estadounidenses: EmersonPoe y Whitman.

Evolución

Facsímil del poema Pax de Rubén Darío.

La evolución poética de Darío está jalonada por la publicación de los libros en los que la crítica ha reconocido sus obras fundamentales: Azul... (1888), Prosas profanas y otros poemas (1896) y Cantos de vida y esperanza (1905).

Antes de Azul... Darío escribió tres libros y gran número de poemas sueltos, que constituyen lo que se ha dado en denominar su «prehistoria literaria». Los libros son Epístolas y poemas (escrito en 1885, pero no publicado hasta 1888, con el título de Primeras notas), Rimas (1887) y Abrojos (1887). En la primera de estas obras es patente la huella de sus lecturas de clásicos españoles, así como la impronta de Victor Hugo. La métrica es clásica (décimas, romances, [estancias, tercetos encadenados, en versos donde predominaban los heptasílabos, octosílabos y endecasílabos) y con predominante tono romántico. Las epístolas, de influencia neoclásica, iban dirigidas a autores como Ricardo Contreras, Juan MontalvoEmilio Ferrari y Victor Hugo.

En Abrojos, publicado en Chile, la influencia más acusada es la del español Ramón de Campoamor.28​ En cuanto a Rimas, publicado también en Chile y en el mismo año, fue escrito para un concurso de composiciones a imitación de las Rimas de Bécquer, por lo que no es extraño que su tono intimista sea muy similar al de las composiciones del poeta sevillano. Consta de solo catorce poemas, de tono amoroso, cuyos procedimientos expresivos (estrofas de pie quebrado, anáforasantítesis, etc.) son de característica becqueriana.29

Azul... (1888), considerado el libro inaugural del Modernismo hispanoamericano, recoge tanto relatos en prosa como poemas, cuya variedad métrica llamó la atención de la crítica. Presenta ya algunas preocupaciones características de Darío, como la expresión de su insatisfacción ante la sociedad burguesa (véase, por ejemplo, el relato «El rey burgués»). En 1890 vio la luz una segunda edición del libro, aumentada con nuevos textos, entre los cuales una serie de sonetos en alejandrinos.

La etapa de plenitud del Modernismo y de la obra poética dariana la marca el libro Prosas profanas|Prosas profanas y otros poemas, colección de poemas en las que la presencia de lo erótico es más importante, y del que no está ausente la preocupación por temas esotéricos (como en el largo poema «Coloquio de los centauros»). En este libro está ya toda la imaginería exótica propia de la poética dariana: la Francia del siglo XVIII, la Italia y la España medievales, la mitología griega, etc.

En 1905, Darío publicó Cantos de vida y esperanza, que anuncia una línea más intimista y reflexiva dentro de su producción, sin renunciar a los temas que se han convertido en señas de identidad del Modernismo. Al mismo tiempo, aparece en su obra la poesía cívica, con poemas como «A Roosevelt», una línea que se acentuará en El canto errante (1907) y en Canto a la Argentina y otros poemas (1914). El sesgo intimista de su obra se acentúa, en cambio, en Poema del otoño y otros poemas (1910), en que se muestra una sencillez formal sorprendente en su obra.

No todos los poemas de Darío fueron recogidos en libros en vida del poeta. Muchos, aparecidos en publicaciones periódicas, fueron recopilados después de su muerte. Un ejemplo, representativo de su etapa de madurez literaria, es la poesía titulada Los motivos del lobo publicada en Mundial Magazine en 1913, tres años antes de la muerte de Darío.30​ Inspirada en el capítulo XXI de las Florecillas de San Francisco que narra la conversión del lobo de Gubbio por parte de Francisco de Asís, la versión dariana cambia el desenlace del relato, para imprimir un absoluto carácter lírico a los acordes finales del poema, haciendo que el lobo regrese a la montaña por causa de la maldad de los hombres.31

Recursos formales

Métrica

Darío hizo suyo el lema de su admirado Paul Verlaine: «De la musique avant toute chose». Para él, como para todos los modernistas, la poesía era, ante todo, música. De ahí que concediese una enorme importancia al ritmo. Su obra supuso una auténtica revolución en la métrica castellana. Junto a los metros tradicionales basados en el octosílabo y el endecasílabo, Darío empleó en forma profusa versos apenas empleados con anterioridad, o ya en desuso, como el eneasílabo, el dodecasílabo y el alejandrino, enriqueciendo la poesía en lengua castellana con nuevas posibilidades rítmicas.

Aunque existen ejemplos anteriores de utilización del verso alejandrino en la poesía castellana del siglo XIX, el hallazgo de Darío consistió en liberar este verso de la rígida correspondencia hasta entonces existente entre la estructura sintáctica del verso y su división métrica en dos hemistiquios, recurriendo a varios tipos de encabalgamiento. En los poemas de Darío, la cesura entre los dos hemistiquios se encuentra a veces entre un artículo y un nombre, entre este último y el adjetivo que lo acompaña, o incluso en el interior de una misma palabra.32​ Darío adaptó este verso a estrofas y poemas estróficos para las que era tradicional el empleo del endecasílabo, tales como el cuarteto, el sexteto y el soneto.

Darío es sin duda el mayor y mejor exponente de la adaptación de los ritmos de las literaturas clásicas (grecorromanas) a la lírica hispánica. Estos ritmos se basan en el contraste de vocales tónicas y átonas, y por ello en la cantidad silábica. En el latín, la tónica no se marca como en español con un golpe de voz más fuerte, sino con un alargamiento de la vocal. Rubén cultivará los ritmos tradicionales (yámbico y trocaico como binarios, y dactílico, anfibráquico y anapéstico como ternarios), también forjará sus propios ritmos cuaternarios e innovará juntando en un mismo verso ritmos binarios y ternarios.

Ejemplo de ternario dactílico::

Ínclitas razas ubérrimas, sangre de Hispania fecunda

Ejemplo de ternario anfibráquico::

Escúcha divíno Rolándo

Ejemplo de binario trocaico::

Rósa rója pálio azúl

Léxico

Darío destaca por la renovación del lenguaje poético, visible en el léxico utilizado en sus poemas. Gran parte del vocabulario poético de Darío está encaminado a la creación de efectos exotistas. Destacan campos semánticos que connotan refinamiento, como el de las flores («jazmines», «nelumbos», «dalias», «crisantemos», «lotos», «magnolias», etc.), el de las piedras preciosas («ágata», «rubí», «topacio», «esmeralda», «diamante», «gema»), el de los materiales de lujo («seda», «porcelana», «mármol», «armiño», «alabastro»), el de los animales exóticos («cisne», «papemores», «bulbules»),33​ o el de la música («lira», «violoncelo», «clave», «arpegio», etc.).

Con frecuencia se encuentran en su obra cultismos procedentes del latín o del griego («canéfora», «liróforo», «hipsípila»), e incluso neologismos creados por el propio autor («canallocracia», «pitagorizar»). Recurre con frecuencia a personajes y elementos propios de la mitología griega y latina (Afrodita o Venus, muchas veces designada por sus epítetos «Anadiomena» o «Cipris», PanOrfeoApoloPegaso, etc.), y a nombres de lugares exóticos (HircaniaOrmuz, etc.).

Figuras retóricas

Una de las figuras retóricas clave en la obra de Darío es la sinestesia, mediante la cual se logra asociar sensaciones propias de distintos sentidos: en especial la vista (la pintura) y el oído (la música).

En relación con la pintura, hay en la poesía de Darío un gran interés por el color: el efecto cromático se logra no solo mediante la adjetivación, a menudo inusual (para el color blanco, por ejemplo, se utilizan adjetivos como «albo», «ebúrneo», «cándido», «lilial» e incluso «eucarístico»), sino mediante la comparación con objetos de este color. En el poema «Blasón», por ejemplo, la blancura del cisne es comparada en forma sucesiva a la del lino, la rosa blanca, el cordero y el armiño. Uno de los mejores ejemplos de este interés de Darío por lograr efectos cromáticos es su Sinfonía en Gris Mayor, incluida en Prosas profanas:

El mar como un vasto cristal azogado
refleja la lámina de un cielo de zinc;
lejanas bandadas de pájaros manchan
el fondo bruñido de pálido gris

Lo musical está presente, aparte de en el ritmo del poema y en el léxico, en numerosas imágenes:

El teclado harmónico de su risa fina
los líricos cristales
de tu reír

Tanta importancia como la sinestesia tiene en la poesía de Darío la metáfora.

Símbolos

El símbolo más característico de la poesía de Darío es el cisne, identificado con el Modernismo hasta el punto de que cuando el poeta mexicano Enrique González Martínez quiso derogar esta estética lo hizo con un poema en el que exhortaba a «torcerle el cuello al cisne».34​ La presencia del cisne es obsesiva en la obra de Darío, desde Prosas profanas, donde el autor le dedica los poemas «Blasón» y «El cisne», hasta Cantos de vida y esperanza, una de cuyas secciones se titula también «Los cisnes». Salinas explica la connotación erótica del cisne, en relación con el mito, al que Darío se refiere en varias ocasiones, de Júpiter y Leda.35​ Sin embargo, se trata de un símbolo ambivalente, que en ocasiones funciona como emblema de la belleza y otras simboliza al propio poeta.

El cisne no es el único símbolo que aparece en la poesía de Darío. El centauro, en poemas como el «Coloquio de los centauros», en Prosas profanas, expresa la dualidad alma-cuerpo a través de su naturaleza medio humana medio animal. Gran contenido simbólico tienen también su poesía imágenes espaciales, como los parques y jardines, imagen de la vida interior del poeta, y la torre, símbolo de su aislamiento en un mundo hostil. Se han estudiado en su poesía otros muchos símbolos, como el color azul, la mariposa o el pavo real.36

Temas

Erotismo

El erotismo es uno de los temas centrales de la poesía de Darío. Para Pedro Salinas, se trata del tema esencial de su obra poética, al que todos los demás están subordinados. Se trata de un erotismo sensorial,37​ cuya finalidad es el placer.38

Se diferencia Darío de otros poetas amorosos en el hecho de que su poesía carece del personaje literario de la amada ideal (como puede serlo, por ejemplo, Laura de Petrarca). No hay una sola amada ideal, sino muchas amadas pasajeras. Como escribió:

Plural ha sido la celeste / historia de mi corazón...

El erotismo se convierte en Darío en el centro de su cosmovisión poética. Salinas habla de su «visión panerótica del mundo»,39​ y opina que todo su mundo poético se estructura en consonancia con este tema principal. En la obra del poeta nicaragüense, el erotismo no se agota en el deseo sexual (aunque escribió varios poemas, como «Mía», con explícitas referencias al acto sexual),40​ sino que se convierte en lo que Ricardo Gullón definió como «anhelo de trascendencia en el éxtasis».41​ Por eso, en ocasiones lo erótico está en la obra de Darío muy relacionado con lo religioso, como en el poema «Ite, missa est» (las palabras con las que concluye la misa según la liturgia romana antes del Concilio Vaticano II, actual «Podéis ir en paz»), donde dice de su amada que «su espíritu es la hostia de mi amorosa misa». La atracción erótica encarna para Darío el misterio esencial del universo, como se pone de manifiesto en el poema «Coloquio de los centauros»:

¡El enigma es el rostro fatal de Deyanira! / Mi espalda aún guarda el dulce perfume de la bella; / aún mis pupilas llaman su claridad de estrella. / ¡Oh aroma de su sexo! ¡Oh rosas y alabastros! / ¡Oh envidia de las flores y celos de los astros!

En otro poema, de Cantos de vida y esperanza, lo expresó de otra forma:

¡Carne, celeste carne de mujer! Arcilla / -dijo Hugo-, ambrosía más bien, ¡oh maravilla!, / la vida se soporta, / tan doliente y tan corta, / solamente por eso: / ¡roce, mordisco o beso / en ese pan divino / para el cual nuestra sangre es nuestro vino! / En ella está la lira, / en ella está la rosa, / en ella está la ciencia armoniosa, / en ella se respira / el perfume vital de toda cosa.

Exotismo

Muy relacionado con el tema del erotismo42​ está el recurso a escenarios exóticos, lejanos en el espacio y en el tiempo. La búsqueda de exotismo se ha interpretado en los poetas modernistas como una actitud de rechazo a la pacata realidad en que les había tocado vivir. La poesía de Darío (salvo en los poemas cívicos, como el Canto a la Argentina, o la Oda a Mitre), excluye la actualidad de los países en que vivió, y se centra en escenarios remotos.

Lucha de centauros, de Arnold Böcklin. Los centauros, como otras criaturas de la mitología griega fueron frecuentemente utilizados en la obra de Darío.

Entre estos escenarios está el que le proporciona la mitología de la antigua Grecia. Los poemas de Darío están poblados de sátirosninfascentauros y otras criaturas mitológicas. La imagen que Darío tiene de la antigua Grecia está pasada por el tamiz de la Francia dieciochesca. En «Divagación» escribió:

Amo más que la Francia de los griegos
la Grecia de la Francia, porque en Francia
el eco de las risas y los juegos,
su más dulce licor Venus escancia.

La Francia galante del siglo XVIII es otro de los escenarios exóticos favoritos del poeta, gran admirador del pintor Watteau. En «Divagación», al que el propio Darío se refirió, en Historia de mis libros, como «un curso de geografía erótica», aparecen, además de los citados, los siguientes ambientes exóticos: la Alemania del Romanticismo, EspañaChinaJapón, la India y el Israel bíblico.

Mención aparte merece la presencia en su poesía de una imagen idealizada de las civilizaciones precolombinas, ya que, como expuso en las «Palabras Liminares» a Prosas profanas:

Si hay poesía en nuestra América ella está en las cosas viejas, en Palenke y Utatlán, en el indio legendario, y en el inca sensual y fino, y en el gran Moctezuma de la silla de oro. Lo demás es tuyo, demócrata Walt Whitman.

Ocultismo

A pesar de su apego a lo sensorial, atraviesa la poesía de Darío una poderosa corriente de reflexión existencial sobre el sentido de la vida. Es conocido su poema «Lo fatal», de Cantos de vida y esperanza, donde afirma que:

no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo
ni mayor pesadumbre que la vida consciente

La religiosidad de Darío se aparta de la ortodoxia católica para buscar refugio en la religiosidad sincrética propia del fin de siglo, en la que se entremezclan influencias orientales, un cierto resurgir del paganismo y, sobre todo, varias corrientes ocultistas. Una de ellas es el pitagorismo,43​ con el que se relacionan varios poemas de Darío que tienen que ver con lo trascendente. En los últimos años de su vida, Darío mostró también gran interés por otras corrientes esotéricas, como la teosofía. Como recuerdan muchos autores,44​ sin embargo, la influencia del pensamiento esotérico en la poesía es un fenómeno común desde el Romanticismo. Se manifiesta, por ejemplo, en la visión del poeta como un mago o sacerdote dotado de la capacidad de discernir la verdadera realidad, una idea que está ya presente en la obra de Victor Hugo, y de la que hay abundantes ejemplos en la poesía de Darío, que en uno de sus poemas llama a los poetas «torres de Dios».

Temas cívicos y sociales

Darío tuvo también una faceta, bastante menos conocida, de poeta social y cívico. Unas veces por encargo, y otras por deseo propio, compuso poemas para exaltar héroes y hechos nacionales, así como para criticar y denunciar los males sociales y políticos.

Uno de sus más destacados poemas en esta línea es Canto a la Argentina, incluido en Canto a la Argentina y otros poemas, y escrito por encargo del diario bonaerense La Nación con motivo del primer centenario de la independencia del país austral. Este extenso poema (con más de 1000 versos, es el más largo de los que escribió el autor), destaca el carácter de tierra de acogida para inmigrantes de todo el mundo del país sudamericano, y enaltece, como símbolos de su prosperidad, a la Pampa, a Buenos Aires y al Río de la Plata. En una línea similar está su poema, «Oda a Mitre», dedicado al prócer argentino Bartolomé Mitre.

Su «A Roosevelt», incluido en Cantos de vida y esperanza, ya mencionado, expresa la confianza en la capacidad de resistencia de la cultura latina frente al imperialismo anglosajón cuya cabeza visible es el entonces presidente de los Estados Unidos, Theodore Roosevelt. En «Los cisnes», perteneciente al mismo libro, el poeta expresa su inquietud por el futuro de la cultura hispánica frente al aplastante predominio de los Estados Unidos:

¿Seremos entregados a los bárbaros fieros? / ¿Tantos millones de hombres hablaremos inglés? / ¿Ya no hay nobles hidalgos ni bravos caballeros? / ¿Callaremos ahora para llorar después?

Una preocupación similar está presente en su famoso poema «Salutación del optimista». Muy criticado fue el giro de Darío cuando, con motivo de la Tercera Conferencia Interamericana, escribió, en 1906, su «Salutación al águila», en la que enfatiza la influencia benéfica de los Estados Unidos sobre las repúblicas latinoamericanas.

En lo que a Europa se refiere, es notable el poema «A Francia» (del libro El canto errante). Esta vez la amenaza viene de la belicosa Alemania (un peligro real, como demostrarían los acontecimientos de la Primera Guerra Mundial):

¡Los bárbaros, Francia! ¡Los bárbaros, cara Lutecia! / Bajo áurea rotonda reposa tu gran paladín. / Del cíclope al golpe ¿qué pueden las risas de Grecia? / ¿Qué pueden las gracias, si Herakles agita su crin?

La prosa de Darío

A menudo se olvida que gran parte de la producción literaria de Darío fue escrita en prosa. Se trata de un heterogéneo conjunto de escritos, la mayor parte de los cuales se publicaron en periódicos, si bien algunos de ellos fueron recopilados en libros.

Novela y prosa autobiográfica

El primer intento por parte de Darío de escribir una novela tuvo lugar a poco de desembarcar en Chile. Junto con Eduardo Poirier, escribió en diez días, en 1887, un folletín romántico titulado Emelina, para su presentación al Certamen Varela, aunque la obra no se alzó con el premio. Más adelante, volvió a probar fortuna con el género novelesco con El hombre de oro, escrita hacia 1897, y ambientada en la Roma antigua.

Ya en la etapa final de su vida, intentó escribir una novela, de marcado carácter autobiográfico, que tampoco llegó a terminar. Apareció por entregas en 1914 en La Nación, y lleva el título de El oro de Mallorca. El protagonista, Benjamín Itaspes, es un trasunto del autor, y en la novela son reconocibles personajes y situaciones reales de la estancia del poeta en Mallorca.

Entre el 21 de septiembre y el 30 de noviembre de 1912 publicó en Caras y caretas una serie de artículos autobiográficos, luego recogidos en libro como La vida de Rubén Darío escrita por él mismo (1915).45​ También tiene interés para el conocimiento de su obra la Historia de mis libros, aparecida en forma póstuma, acerca de sus tres libros más importantes (Azul..., Prosas profanas y Cantos de vida y esperanza).

Relatos

El interés de Darío por el relato breve es bastante temprano. Sus primeros cuentos, «A las orillas del Rhin» y «Las albóndigas del coronel» datan de 1885-1886.46​ Son en especial destacables los relatos recogidos en Azul..., como «El rey burgués», «El sátiro sordo» o «La muerte de la emperatriz de la China». Continuaría cultivando el género durante sus años argentinos, con títulos como «Las lágrimas del centauro», «La pesadilla de Honorio», «La leyenda de San Martín» o «Thanatophobia».

Juan Montalvo, escritor ecuatoriano, quien influyó en la actitud política de Rubén Darío.

Artículos periodísticos

El periodismo fue para Darío su principal fuente de sustento. Trabajó para varios periódicos y revistas, en los que escribió un elevadísimo número de artículos, algunos de los cuales fueron luego recopilados en libros, siguiendo criterios cronológicos o temáticos.

Crónicas

Son muy destacables España contemporánea (1901), que recoge sus impresiones de la España inmediata al desastre de 1898, y las crónicas de viajes a Francia e Italia recogidas en Peregrinaciones (1901). En El viaje a Nicaragua e Intermezzo tropical recoge las impresiones que le produjo su breve retorno a Nicaragua en 1907.

Crítica literaria

Tiene gran importancia en el conjunto de su producción la colección de semblanzas Los raros (1896), una especie de vademécum para el interesado en la nueva poesía. Críticas de otros autores están recogidas en Opiniones (1906), Letras (1911) y Todo al vuelo (1912).

Darío y el modernismo

Darío es citado como el iniciador y máximo representante del modernismo hispánico. Si bien esto es cierto a grandes rasgos, es una afirmación que debe matizarse. Otros autores hispanoamericanos, como José Santos ChocanoJosé MartíSalvador Díaz MirónManuel Gutiérrez Nájera o José Asunción Silva, por citar algunos, habían comenzado a explorar esta nueva estética antes incluso de que Darío escribiese la obra que se ha considerado el punto de partida del Modernismo, su libro Azul... (1888).

Así y todo, no puede negarse que Darío es el poeta modernista más influyente, y el que mayor éxito alcanzó, tanto en vida como después de su muerte. Su magisterio fue reconocido por numerosísimos poetas en España y en América, y su influencia nunca ha dejado de hacerse sentir en la poesía en lengua española. Además, fue el principal artífice de muchos hallazgos estilísticos emblemáticos del movimiento, como, por ejemplo, la adaptación a la métrica española del alejandrino francés.

Además, fue el primer poeta que articuló las innovaciones del Modernismo en una poética coherente. En forma voluntaria o no, sobre todo a partir de Prosas profanas, se convirtió en la cabeza visible del nuevo movimiento literario. Si bien en las «Palabras liminares» de Prosas profanas había escrito que no deseaba con su poesía «marcar el rumbo de los demás», en el «Prefacio» de Cantos de vida y esperanza se refirió al «movimiento de libertad que me tocó iniciar en América», lo que indica a las claras que se consideraba el iniciador del Modernismo. Su influencia en sus contemporáneos fue inmensa: desde México, donde Manuel Gutiérrez Nájera fundó la Revista Azul, cuyo título era ya un homenaje a Darío, hasta España, donde fue el principal inspirador del grupo modernista del que saldrían autores tan relevantes como Antonio y Manuel MachadoRamón del Valle-Inclán y Juan Ramón Jiménez, pasando por CubaChilePerú y Argentina (por citar solo algunos países en los que la poesía modernista logró especial arraigo), apenas hay un solo poeta de lengua española en los años 1890-1910 capaz de sustraerse a su influjo. La evolución de su obra marca además las pautas del movimiento modernista: si en 1896 Prosas profanas significa el triunfo del esteticismo, Cantos de vida y esperanza (1905) anuncia ya el intimismo de la fase final del modernismo, que algunos críticos han denominado postmodernismo.

Rubén Darío y la generación del 98

Desde su segunda visita a España, Darío se convirtió en el maestro e inspirador de un grupo de jóvenes modernistas españoles, entre los que estaban Juan Ramón JiménezRamón Pérez de AyalaFrancisco VillaespesaRamón del Valle-Inclán, y los hermanos Antonio y Manuel Machado, colaboradores de la revista Helios, dirigida por Juan Ramón Jiménez.

En varios textos, tanto en prosa como en verso, Darío dio muestra del respeto que le merecía la poesía de Antonio Machado, a quien conoció en París en 1902. Uno de los más tempranos es una crónica titulada «Nuevos poetas españoles», que se recogió en el libro Opiniones (1906), donde escribe lo siguiente:

Antonio Machado es quizá el más intenso de todos. La música de su verso va en su pensamiento. Ha escrito poco y meditado mucho. Su vida es la de un filósofo estoico. Sabe decir sus enseñanzas en frases hondas. Se interna en la existencia de las cosas, en la naturaleza.47

Gran amigo de Darío fue Valle-Inclán, desde que ambos se conocieron en 1899. Valle-Inclán fue un rendido admirador del poeta nicaragüense durante toda su vida, e incluso le hizo aparecer como personaje en su obra Luces de bohemia, junto a Max Estrella y al marqués de Bradomín. Conocido es el poema que Darío dedicó al autor de Tirano Banderas, que comienza así:

Este gran don Ramón de las barbas de chivo,
cuya sonrisa es la flor de su figura,
parece un viejo dios altanero y esquivo
que se animase en la frialdad de su escultura.

Menos entusiasmo por la obra de Darío manifestaron otros miembros de la generación del 98, como Unamuno y Baroja. Sobre su relación con este último, se cuenta una curiosa anécdota, según la cual Darío habría dicho de Baroja: «Es un escritor de mucha miga, Baroja: se nota que ha sido panadero», y este último habría contraatacado con la frase: «También Darío es escritor de mucha pluma: se nota que es indio».48

Legado

La influencia de Darío fue inmensa en los poetas de principios de siglo, tanto en España como en América. Muchos de sus seguidores, sin embargo, cambiaron pronto de rumbo: es el caso de Leopoldo LugonesJulio Herrera y ReissigJuan Ramón Jiménez o Antonio Machado.

Darío llegó a ser un poeta muy popular, cuyas obras se memorizaban en las escuelas de los países hispanohablantes y eran imitadas por cientos de jóvenes poetas. Esto resultó perjudicial para la recepción de su obra. Después de la Primera Guerra Mundial, con el nacimiento de las vanguardias literarias, los poetas volvieron la espalda a la estética modernista, que consideraban anticuada y retoricista.

Los poetas del siglo XX han mostrado hacia la obra de Darío actitudes divergentes. Entre sus principales detractores figura Luis Cernuda, que reprochaba al nicaragüense su afrancesamiento superficial, su trivialidad y su actitud «escapista».49​ En cambio, fue admirado por poetas tan distanciados de su estilo como Federico García Lorca y Pablo Neruda, si bien el primero se refirió a «su mal gusto encantador, y los ripios descarados que llenan de humanidad la muchedumbre de sus versos».50​ El español Pedro Salinas le dedicó el ensayo La poesía de Rubén Darío, en 1948.

El poeta Octavio Paz, en textos dedicados a Darío y al Modernismo, subrayó el carácter fundacional y rupturista de la estética modernista, para él inscrita en la misma tradición de la modernidad que el Romanticismo y el Surrealismo.51​ En España, la poesía de Darío fue reivindicada en la década de 1960 por el grupo de poetas conocidos como los «novísimos», y muy en especial por Pere Gimferrer, quien tituló uno de sus libros, en claro homenaje al nicaragüense, Los raros.

Darío ha sido poco traducido, aunque muchas de sus obras, se han traducido al francés y al inglés, como algunos de sus poemas, a cargo de su compatriota Salomón de la Selva.52

En Argentina se bautizó con su nombre una estación del Ferrocarril General Urquiza en la provincia de Buenos Aires. En España una estación de la línea 5 del Metro de Madrid lleva su nombre.


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